Monólogo VI

 

Estaba viendo un sueño.

No era el sueño de mi yo actual (Hörn), ni el sueño de mi yo del pasado (Syr). Esto era su recuerdo.

Estaba sola.

Aunque debería haberse sentido llena de amor, no estaba satisfecha en absoluto. Para algunas personas, probablemente hubiera parecido alguien desagradablemente extravagante y terriblemente arrogante.

¿Cuántas personas en el reino mortal habían pasado toda su vida sin conocer el amor? Podría incluso contar a mi yo del pasado entre ellos.

Pero ya que ella conocía el amor más que nadie, sentía un vacío que aquellos que no conocían el amor nunca podrían entender.

¿Quién era más desafortunado?

¿Aquel que, por no estar satisfecho, podía experimentar hambre de amor?

¿O aquel que, por estar satisfecho, podía ser prisionero del amor, siendo torturado por este una y otra vez?

No había una respuesta clara.

Todo lo que se podía decir era que, a lo largo de la eternidad, incluso el amor podía convertirse en un veneno infernal y mortal.

 

En el sueño, ella estaba llorando en un campo de flores.

Sus manos cubrían su rostro, las lágrimas fluían por sus mejillas, y su dolor transformaba el jardín de flores rojas teñidas por el crepúsculo en un mar dorado.

No puedo encontrarlo. No puedo encontrarlo.

Siempre se lamentaba así.

Hasta que finalmente... una mujer solitaria apareció ante ella.

Era una Enana de baja estatura y de espíritu inquebrantable, cuya reacción inicial al ver su hermoso rostro y lágrimas fue de sorpresa.

Inmediatamente se puso de pie.

Lo viste, ¿verdad?

Borrando cualquier rastro de lágrimas, y tiñendo sus ojos de color plateado.

Se disponía a encantarla para ordenarle que olvidara todo. El cuerpo de la enana se estremeció y tropezó cada vez que se acercaba. Y justo cuando estaba a punto de darle la orden…

...La enana lanzó un poderoso gancho en la mandíbula.

Fue un gancho tan sorprendente, que hizo que yo (Hörn)  me cayera de espaldas con toda mi fuerza.

Golpeada directamente en la mandíbula, ella retrocedió y terminó cayendo al suelo. El campo de flores la recibió y pétalos rojos volaron por el aire. Se frotó la barbilla y sus ojos vacilaron mientras el rostro de la enana se volvía como el de un ogro.

—¡Ni te atrevas a usar alguna magia extraña en mí! ¿Acaso buscas que te mande a volar?

Aunque ya la había mandado volar, la enana gritó furiosamente. Puede que haya sido un poco lenta al encantar a la enana, pero ella resistió y la mandó volar por el simple hecho de ser fuerte.

Asombrada, dijo—Sabes que soy una diosa, ¿no?

La mujer enana simplemente resopló.

—¡Como si me importara un carajo!

La enana afirmó que nunca había adorado a ningún dios desde el día en que nació.

Y al escuchar eso, ella rió. Sin modestia y ruidosamente. Derrumbándose en el campo de flores nuevamente, y enrollándose como una bebé. De todas las personas, fue esta enana quien le había arrebatado su primera vez.

Era la primera persona en golpearla.

Ella continuó riendo por un rato, hasta que finalmente preguntó.

Oye, ¿Cuál es tu nombre?

…Mia.

Y así, decidió acompañar a esta enana.

La enana había nacido en un pueblo minero. Para cuando pudo caminar, el lugar que llamaba hogar estaba en decadencia y las minas estaban casi agotadas. Todos los hombres trabajaban como mineros, así que las únicas personas que quedaban en el pueblo eran mujeres frágiles y niños. La enana dirigía una taberna--realmente poco más que una simple cocina-- por sí misma para que pudieran tener algo para comer.

Cuando se encontró con ella, estaba en medio de una recolección de ingredientes para alimentar a la gente del empobrecido pueblo.

¡No dioses, comida! ¡Quiero comida que pueda llenar un estómago más que cualquier joya!

La enana conocía los dolores del hambre mejor que nadie. Y pensaba que la comida caliente valía mucho más que bonitas joyas o una hermosa diosa. Era algo que nunca se podría ver en un mundo perfecto como el cielo, que estaba tan alejado de cosas vulgares como el hambre y la pobreza.

Pero al mismo tiempo, tuvo un pensamiento. Esta era la verdadera naturaleza del reino mortal. Precisamente porque era imperfecto, este mundo podía dar a luz a lo desconocido que incluso las deidades no podían prever. Porque era imperfecto, podía dar a luz seres como la enana que estaba de pie frente a ella.

Y el mayor ejemplo de lo desconocido era un héroe.

Fue entonces cuando comenzó a pensar que el Odr que estaba buscando podría ser ese tipo de héroe.

Me pregunto si eres mi compañera destinada.

Ahórrate tu tontería, diosa estúpida.

Mientras la miraba con expectación, la enana la ignoró por completo.

La mujer enana era una genuina cocinera, tanto que en realidad la decepcionó. Era una Andhrímnir con la cara manchada de hollín que satisfacía los estómagos de las personas.

Alguien que no la reverenciaba en absoluto.

Esta enana del campo no entendía el valor que tenía, aquello por el cual muchas deidades mayores y menores estarían desesperados por poseer. Y no le importaba saberlo. Quizás por cómo fue que se conocieron, o tal vez porque no conocía el miedo. Probablemente ambas cosas.

Por eso, la enana no tuvo problema en tratarla con rudeza, e incluso, si tenía la oportunidad, golpeaba el trasero de la diosa, que se suponía era el tesoro del mundo.

A pesar de las miradas desafiantes de sus imponentes seguidores, la enana se negaba a cambiar su actitud. Se aferraba a su orgullo como cocinera incluso cuando enfrentaba a guerreros mucho más fuertes que ella. Aun cuando la gente del pueblo minero quedaba fascinada por ella, la enana seguía cocinando. No tenía el Falna de ningún dios, pero su fuerte espíritu nunca se doblegaba, incluso cuando chocaba con la voluntad divina de una diosa.

Esta enana era verdaderamente extraña.

Y conocerla pareció ser su salvación, aunque solo fuera un poco.

—Mia, salvé tu pueblo por mi propia cuenta.

—…

—Le di a todos empleos razonables, por lo que ese pueblo ya no desaparecerá. Así que, ya no es necesario que sigas cocinando, ¿sabes?

—…

—Hablando de eso, hay una diosa aquí que ha tenido el estómago vacío todo este tiempo.

—…Diosa estúpida.

Le había tomado afecto a la enana, y un poco por la fuerza, hizo que entrara a su Familia.

La enana, aparentemente no queriendo deberle nada por salvar su pueblo natal, aceptó la bendición divina de la diosa, aunque se quejó todo el tiempo. Sin embargo, solo aceptó bajo ciertas condiciones. "Solo hasta que haya pagado mi deuda". "Si alguna vez hay alguien muriéndose de hambre como en mi pueblo, iré directo allí". "Y abriré una taberna de verdad como siempre he querido". Esas fueron las condiciones.

Ella aceptó esos compromisos. Y luego dijo esto:

Oye, Mia. Estoy buscando a mi Odr.

Lo he escuchado muchas veces. No seré la elegida, y tampoco te ayudaré con eso.

Sí, pensé que dirías eso. Así que quiero que me prometas algo.

—¿Una promesa...?

—Sabiendo cómo eres, si hago algo con lo que no estás de acuerdo, no dudarás en golpearme de nuevo, ¿cierto?

—...

—Si es por mi Odr, estoy segura de que puedo llegar a ser una santa o en una cruel bruja.

—...

Así que, Mia, ya sea que me convierta en una buena o mala mujer, no te interpongas en mi camino.

—...

—Por favor, Mia.

—...Entiendo.

Si había alguien que se interpondría en su deseo, era sin duda la enana frente a ella.

Tenía esa sensación. Así que propuso esa promesa mientras aceptaba los términos de la enana. Y sorprendentemente, la enana aceptó sin discutir.

Se preguntaba el por qué.

Y entonces, inmediatamente lo comprendió.

Después de todo, la enana ya la había visto llorar como una niña miserable una vez...

Acompañada por la enana, continuó su viaje en busca de su Odr.

Mientras viajaba por el reino mortal, que era mucho más pequeño que el vasto cielo, terminó apreciando a la enana. Decidiendo en su corazón que nunca la encantaría.

La enana era alguien noble. No tenía el orgullo de un elfo, y era ruda y violenta, pero tenía un corazón más fuerte que cualquiera. La enana era la única persona que la desafiaría, y valoraba eso. Y a pesar de que la enana era mucho más joven que ella, en su corazón la admiraba como a una hermana mayor.

Y sabía que incluso una enana de firme carácter podría volverse loca por su belleza si quisiera. Por lo que, si la enana hubiera buscado su amor, ya no habría vuelta atrás.

Sus viajes continuaron.

Incapaz de encontrar a su Ord, sus hombros caían una y otra vez, mientras que su familia solo seguía creciendo.

Cierto día, fue derrotada por la más malvada diosa y quedó atrapada en la Ciudad Laberinto. Tomó su lugar en el centro del mundo, pero aún así continuó buscando a su Odr.

Durante su búsqueda, dio la bienvenida a un joven niño Boaz.

Liberó a los dos reyes de una isla sumida en una atroz guerra entre elfos blancos y oscuros.

Ofreciendo su propio cuerpo en la ciudad de artesanos, recibió a los cuatrillizos de raza Prum.

Recogió a dos pequeños gatitos que estaban completamente solos en un mundo en ruinas.

Y yo (Hörn) fui salvada del invierno de esos barrios pobres.

Los poderosos y valientes guerreros que juraron lealtad a ella aumentaron con cada año que pasaba.

Pero aun así, ella no pudo encontrar a su Odr.

Y cuando llegó la era oscura de la ciudad, la enana solicitó retirarse de su lado.

Ese fue el día en que, consumida por el veneno del aburrimiento y convencida de que nunca encontraría a su Odr, comenzó su juego de roles.

Y luego hizo amigos.

Encontró otro hogar.

La resignación, el desapego y el aburrimiento que corrompían el corazón de la diosa se aliviaron.

Quedó completamente absorta en sus días como una simple chica.

¿Se dio cuenta?

Aunque no era más que un juego, los días que pasó así la enriquecieron, reemplazando el oro que había perdido en ese campo de flores.

¿Se dio cuenta de que la chica la había acercado a su deseo?

Pero... ahhh...

Lo alcanzó de nuevo.

En este mundo de ensueño, un hermoso y solitario campo de flores.

No puedo encontrarlo. No puedo encontrarlo. Incluso ahora estaba llorando.

Llorando desde ese día.

 

"Solo deja salir las lágrimas. Solo deja salir las lágrimas.

Porque realmente tú no estás ahí.

En un jardín de flores, donde lágrimas rojas y oro florecen.

Que la luz que aún no podemos ver nos guíe.

Y sonriamos juntos. Sí, sonriamos juntos.

Porque estoy segura de que nos encontraremos algún día."

 

Una canción de lágrimas resonaba en la distancia.

Aunque su Odr finalmente había aparecido, incluso ahora seguía llorando.

Yo (Hörn), solo podía mirarla desde afuera.

Alguien ayúdela.

Sálvenla.

Se los ruego.

Pero no había nadie que viniera a salvarla

Nadie más que aquellos a quienes había desechado.

Y sin poder detenerla, la ayudé.

Noté estas lágrimas demasiado tarde.

 

Lo siento, Anya.

Lo siento, Chloe.

Lo siento, Runoa.

Lo siento, Ryuu.

...Lo siento mucho, Mia.

 

Se disculpó mientras lloraba.

Yo también me disculpé con ella.

Pero, aun así, sus lágrimas no se detuvieron.

El oro continuaba fluyendo y, en cambio, su cuerpo comenzaba a desvanecerse.

Me aferré a ella, diciendo las palabras que ella nunca diría.

 

Por favor, deténganme...

Sálvenme…